Blog del Sitio Ajedrez por Aguascalientes

jueves, 8 de enero de 2009

Astillas del Tablero


El ajedrez es la única manera civilizada de hacerle la vida imposible al prójimo.

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Un momento en el salón del torneo en que todos los ajedrecistas se quedaron estáticos, como imitando las piezas del tablero. Sólo los relojes seguían corriendo. Como los relojes de arena siguen trabajando, incansables, sobre las momias egipcias.

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En zugzwang se dice en ajedrez cuando a uno de los contendientes no le queda sino esperar –con frecuencia cosas terribles-, moviendo la misma pieza de un cuadrito a otro. En zugzwang habría que decir que está uno esas tardes en que no queda sino esperar, caminando de un cuarto a otro, mirando por la ventana.

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El ajedrez nos recuerda que el mundo es un conjunto de posibilidades casi infinitas y hay que decidirse por una.

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El ajedrez es el dominio ideal del tímido, del solitario, del escéptico, del desencantado.

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El ajedrez es un juego autista, y sin embargo, todo depende de lo que haga el otro.

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¿Es un juego? Sobre ningún otro juego se editan revistas e informadores, ni se publican tratados, enciclopedias, libros que llenan bibliotecas. Y difícilmente otro juego ha inspirado tanta literatura, buena y mala, que va de referencias notables en Alfonso X o Santa Teresa, en Cervantes o Shakespeare, en Carroll o Faulkner a obras magníficas (de Nabokov o Zweig), ensayos brillantes pero con apreciaciones técnicas muy discutibles (como el de Cabrera Infante sobre Capablanca) y best-sellers francamente mediocres (Süskind, Pérez-Reverte…).

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-¿Sabes jugar ajedrez?
-Sé mover las piezas.
Respuesta trillada y curiosa. Nada de saber o no saber mover las piezas: se juega o no se juega ajedrez; se es o no se es ajedrecista. A la pregunta:
-¿Sabes manejar?
Nadie responde:
-Sé mover la palanca de velocidades.

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Peón de séptima a octava: sapo que después de brincos lerdos se metamorfosea en princesa; esforzado y feo gusano que reencarna en ágil, volátil, agraciada mariposa.

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Ese rey que en el final de partida, abandona la ruina de su enroque y se dirige al centro, la frente en alto, el alma por los suelos, en medio de peones aislados, doblados, heridos de muerte, y entre numerosos cadáveres arrojados fuera del campo, recuerda tanto a Napoleón en la Batalla de Waterloo…

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A la Isla de Santa Helena enviaron a Napoleón un plan de escape oculto en los compartimentos de un tablero de ajedrez. Napoleón no pudo escapar de la isla ni del ajedrez: al morir, su corazón fue atesorado en un tablero de ajedrez (que se conserva en Asheville, Carolina del Norte).

1 comentario:

Anónimo dijo...

QUE BIEN!! CAMBIARON DE ESCRITOR DE BLOG? SI ES ASI FELICIDADES, ME GSUTO MUCHO, SALUDOS AXA