martes, 16 de septiembre de 2008
¡Viva México!
Publicadas por M.I. Benjamín Góngora Montes a la/s 9:24 a.m.
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jueves, 11 de septiembre de 2008
Arreola: lección de ajedrez

Juan José Arreola lleva blancas. Como Spassky en la partida 9 abre con P4D. Su oponente responde también P4D –ortodoxa simetría- y lanza al ataque la primera pregunta:
-¿Qué significa para Arreola el ajedrez?
En el comedor de la casa, frente al tablero convertido en centro de mesa, los ojillos siempre vivos de Arreola, oblicuos como los de un alfil, miden anticipadamente la trenza de jugadas infinitas. El cabello alborotado en rizos –un poco más corto que hace un par de años-, sus dedos largos de titiritero inquieto, el cuello ganso escapándose de la camisa abierta, su presencia toda loasen aparecer, hoy como antes, un duende hechizo actuando en un cuadro de Remedios Varo.
No responde de inmediato a la pregunta; antes apoya con un peón al peón, jinetea al caballo del rey para que brinque la barrera de la infantería, abre paso a un alfil, despabila a otro peón, repele un avance ingenuo y entonces si, ya con la reina en puntalanza atiende al oponente despistado:
-¿Qué significa para mí el ajedrez?
Arreola sonríe. Otro caballo alertado para el ataque le regala seguridad. Pero no. Esa pregunta todavía no. Responderla de entrada sería como enrocarse prematuramente y llamar la atención del oponente sobre puntos vulnerables de la intimidad. Para hablar de ajedrez hay que empezar desde el principio: desde que sir Leonard Wooley, en sus excavaciones en la cuenca mesopotámica, allí donde el hombre, sediento de infinito, empeñado en ser “mas que de tamaño natural”, ansioso de sobrepasar su grandeza originaria como la ha intentado siempre –y lo ha conseguido, explica Arreola mientras construye un dístico en francés que él mismo traduce: “el hombre ha sobrepasado miserablemente, mezquinamente, su grandeza natural”-; allí en la cuenca mesopotámica donde el hombre soberbio erigió la torre de Babel –plataforma para llegar al cielo-, sir Leonard Wooley descubrió tres objetos que Arreola califica de maravillosos: la daga de oro de Ur, el estandarte de la ciudad y el cordero preso entre las zarzas.
El oponente interrumpe:
-¿Y eso qué tiene que ver con el ajedrez?
Arreola castiga el atrevimiento capturando el peón negro que protegía el carril central del rey enemigo. El oponente se enroca precipitadamente y Arreola vuelve a tomar la palabra entusiasmado, febril, como si él fuera el propio sir Leonard Wooley en el momento de descubrir, junto a esos tres objetos maravillosos, “un cuarto objeto igualmente maravilloso: el tablero de ajedrez de ocho casillas”.
La risita del escritor denuncia jaque doble con un caballo audaz:
-El ajedrez nace al pie de la torre de Babel –símbolo de la desmesura, de la megalomanía, del delirio de grandeza humanos- como una especie de proposición: ¿quieres embarcarte en la aventura espacial más grande que tu razón pueda concebir?; ¿quieres agotar todos los recursos de tu imaginación?: yo te voy a proponer la trampa mental: el gambito de las 64 casillas. En un espacio limitado de ocho casillas por ocho, que pueden ser de un centímetro o de un metro, el hombre encuentra y captura el infinito.
-Allí y no en la fracasada torre de Babel.
-Jaque –responde Arreola para castigar la interrupción. Aunque se traspeona, el oponente acepta el gambito del caballo. Captura y pregunta:
-¿Por qué dieciséis piezas por bando?, ¿por qué ocho casillas por ocho? El numero ocho no es un número cabalístico...
-Curiosamente no –admite Arreola con una pizca de intranquilidad, por su desventaja en número de piezas-. Y ahora se me ocurre que el hombre se ha extraviado a partir de los números nones, siendo que la posibilidad única de realización humana es el par. Cierto. Así es –recobra confianza. Habilita al alfil que se desliza sobre negras-. Pensemos en la pareja que preside la creación: Adán y Eva. Pensemos en la pareja del rey y la reina en el tablero de ajedrez. Ese tablero de casillas pares trata precisamente de impedir, como lo hace también la teoría duodecimal, que nos vayamos al non, a lo que representa al fin y al cabo un ángulo de soledad. Siempre que hablamos de números pares, hablamos de acompañamiento. Y aquí podría encontrarse una explicación al porqué el pueblo mexicano ha manifestado a lo largo de su historia una cierta repugnancia al ajedrez. Nos repele un juego que se basa en números pares. Los mexicanos queremos seguir siendo nones; es decir: abandonados.
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La lectura es extensa por lo que sugiero al lector interesado que vea el texto completo en http://paisanodemexico.galeon.com/art21.htm
Publicadas por M.I. Benjamín Góngora Montes a la/s 6:53 p.m.
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miércoles, 10 de septiembre de 2008
Campeonato Mundial Femenil
Desafortunadamente las tres han sido eliminadas del torneo que se juega mediante el sistema wimbledon de competencia a matches a dos partidas y desempates en juegos rápidos si son necesarios.
Veamos la partida de Shen Yang que perdió frente a la número dos del mundo en el rating femenil.
Koneru Humpy - Sehan Yang
1.d4 d5 2.c4 c6 Defensa Eslava 3.e3 Cf6 4.Cf3 Ag4 5.cxd5 Axf3 6.Dxf3 cxd5 en las variantes del cambio, cuando quedan las estructuras de peones simétricas normalmente las blancas son las que llevan la mejor parte pues conservan la iniciativa 7.Cc3 Cc6 8.Ad3 e6 9.0–0 Ad6 10.Ad2 0–0 11.Dh3 Tc8 12.Tac1 g6 ésto debilita significativamente el flanco de rey negro y las blancas aprovechan inmediatamente esa situación abriendo un camino para el traslado de sus piezas a ese sector del tablero
Publicadas por M.I. Benjamín Góngora Montes a la/s 4:02 p.m.
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martes, 9 de septiembre de 2008
Reviviendo a Ricardo Reis
estaba en no sé qué guerra,
cuando la invasión ardía en la Ciudad
y las mujeres gritaban,
dos ajedrecistas jugaban
su juego continuo.
A la sombra de un amplio árbol interrogaban
el tablero antiguo,
y al lado de cada uno, esperándolos,
a sus movimientos más reposados,
cuando había movido la pieza, y ahora
esperaba al adversario,
un búcaro de vino refrescaba
sobriamente su sed.
Ardían casas, saqueadas eran
las arcas y las paredes
violadas, las mujeres eran puestas
contra los muros caídos,
traspasadas de lanzas, las criaturas,
eran sangre en las calles...
Pero donde estaban, cerca de la ciudad,
lejos de su ruido,
los ajedrecistas jugaban
su partida de ajedrez.
Aún cuando los mensajes del viento baldío
trajesen gritos,
que al meditar dijesen desde el alma
que ciertamente las mujeres
y las tiernas hijas violadas eran
en esa distancia próxima,
aún cuando, en el momento que lo pensaban,
una sombra ligera
les pasase por la frente absorta y vaga,
en breve sus calmos ojos
volvían su atenta confianza
al viejo tablero.
Cuando el Rey de marfil peligra,
¿Qué importan carne y huesos
de hermanas, madres y niños?
Cuando la torre no cubre
la retirada de la reina blanca,
poco importa el saqueo.
Y cuando la confiada mano da jaque
al rey del adversario,
poco pesa en el alma que a lo lejos
mueran los hijos.
Aun si de repente sobre el muro
surja la faz sañuda
de un guerrero invasor, y en breve deba
en sangre ahí caer
el ajedrecista solemne,
todavía un momento antes
(aplicado aún al cálculo de un lance
que tendrá efecto horas después)
estará entregado al juego favorito
de los grandes indiferentes.
Caigan ciudades, sufran pueblos, cesen
la libertad y la vida.
Los tranquilos bienes y las herencias paternas
ardan y que se arranquen,
más cuando la guerra interrumpa los juegos
este el rey sin jaque
y el de marfil peón más delantero
dispuesto a cobrar la torre.
Hermanos, que amamos a Epicuro
y lo entendemos
más que por él, según nosotros mismos,
aprendamos de la historia
de los calmos ajedrecistas
cómo pasar la vida.
Todo lo que serio es poco importe,
lo grave poco pese,
el natural impulso de los instintos
ceda ante el inútil gozo
(bajo la tranquila sombra de la arboleda)
de jugar una buena partida.
Lo que llevamos de esta inútil vida
tanto vale cuanto sea
gloria, fama, amor, ciencia, vida
tal si apenas fuese
la memoria de un juego bien jugado
y una partida ganada
a un mejor contrincante.
La gloria, como un fardo rico, pesa,
la fama, como la fiebre;
cansa el amor porque se toma en serio y busca,
la ciencia nunca encuentra,
y la vida pasa y duele porque lo sabe...
El juego de ajedrez
rapta el alma toda, pero, perdido, poco
pesa pues nada es.
¡Ah!, bajo las sombras que sin querer nos aman,
con un búcaro de vino
al lado y atentos sólo a la inútil faena
del ajedrez
aun cuando el juego sea apenas sueño
y no haya compañero,
imitemos a los persas de esta historia,
y, mientras allá afuera,
cerca o lejos, guerra y patria y vida
nos llaman, dejemos
que en vano llamen, cada cual
bajo las amigas sombras
soñando, él sus compañeros, y el ajedrez
en su indiferencia.
Tomado de la página de Paisano de México y a su vez de la revista "Biblioteca de México" No. 49, enero-febrero, 1999, pag. 62-64.
Publicadas por M.I. Benjamín Góngora Montes a la/s 5:07 p.m.
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lunes, 8 de septiembre de 2008
Para los amantes de la polémica
El viaje se paga a través de la Federación Nacional de Ajedrez de México, A.C. con recursos federales, incluye traslados, inscripciones y otras cuotas que establece la FIDE o el comité organizador a los integrantes oficiales de los equipos. La alimentación y hospedaje corre por cuenta de la sede.
Entonces, a los jugadores no nos cuesta nada participar, además la FENAMAC destina una cantidad de recursos en efectivo para otros viáticos a cada integrante del equipo. Sin embargo, el detalle es que el tiempo del que hay que disponer para asistir a la olimpiada es de por lo menos 17 días, contando uno para el viaje de ida y otro para el regreso.
Difícil será conseguir permiso en el trabajo para ausentarse ese tiempo (entiendo que el único que no tiene compromisos laborales es el M.I. Luis Ibarra Chami) y, en segundo término, si se cuenta con ingresos adicionales, cosa que normalmente sucede, por ejemplo, por clases particulares (que entiendo es la principal fuente de ingresos del G.M. Juan Carlos González) pues existe una merma económica personal para los jugadores. Si a eso se le agrega que, como en mi caso, me quiere acompañar mi mamá y mi hermana además de dos excelentes amigos pues hay que “apechugar”.
También he escuchado que en otros tiempos, los jugadores más fuertes exigen a la FENAMAC honorarios específicos por participar en la olimpiada o, como esta vez, en el selectivo.
¿Profesionalismo o "mercenarismo"? Las dos se valen, pero creo que no se deben comprometer ni corromper las selecciones nacionales por cuestiones económicas.
Una observación importante es que cada competencia que se organice debe servir a un solo propósito. El pasado Campeonato Nacional Absoluto desató alguna polémica porque daba plazas para el equipo olímpico y algunos jugadores manifestaron que no querían que jugaran quienes ya estaban clasificados al equipo.
Si hay plazas para el equipo olímpico debe jugarse un torneo selectivo por separado; si hay lugares para el Zonal, otro torneo; el Campeonato Nacional Absoluto de México es el evento más importante del país, el nombre lo dice todo.
Hagamos propuestas formales para mejorar los sistemas selectivos nacionales, estatales y municipales. De esta manera lograremos la verdadera profesionalización del ajedrez mexicano.
Publicadas por M.I. Benjamín Góngora Montes a la/s 11:50 a.m.
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viernes, 5 de septiembre de 2008
Juega como Karpov
Juegan negras y ganan.
Que tengan un excelente fin de semana. Las soluciones el lunes.
Publicadas por M.I. Benjamín Góngora Montes a la/s 6:38 p.m.
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jueves, 4 de septiembre de 2008
España, cuna del Ajedrez

Del ajedrez de los últimos tratados de la Edad Media (Libro del Acedrex, de Alfonso X, El Sabio; “Incipit solatium ludi schaccorum”, de Jaime Cessolis, y los manuscritos “Bonus Socius” –Nicolás de S. Nicolai- y “Civis Bononiae”) al ajedrez del libro de Juan de Lucena, “Repetición de amores e arte de Axedres con CL juegos de partido” (Salamanca, 1947*), hay un abismo. El shatranj pasó a ser primero acedrex, y luego axedres, en su denominación; pero en su forma de juego la diferencia fue mayor.
En la última mitad del siglo XV, y precisamente en la Península Ibérica, comienza la transformación estructural del ajedrez. Ya en el libro de Alfonso X, vemos que a los peones se les permite avanzar, a veces, dos pasos en su salida, y esta modalidad se acepta como regla de juego para todos. Más tarde, al alfil se le da mayor radio de acción, convirtiéndose en la pieza actual; posteriormente el Alferza es sustituido por la dama, y al peón se le otorga una amplia promoción, pudiendo transformarse en cualquier pieza.
Esta nueva manera de jugar imprime un dinamismo mayor a la partida y la lucha adquiere más potencialidad, ganando en riqueza de combinaciones. Por este motivo, cuando se empleaba la nueva modalidad se le llamaba jugar “a la rabiosa”, mientras coexistieron las dos formas de juego. Como es lógico, el ajedrez de la Dama fue imponiéndose al ajedrez del Alferza, hasta que este último terminó por quedar relegado al olvido.
En el libro de Lucena aún quedan juegos de partido cuyas piezas mueven a la antigua; pero en otros, y sobre todo en las aperturas, los trebejos tienen movimientos con arreglo a las nuevas normas, es decir, “a la rabiosa”, y su verdadera importancia, además de ser el primer tratado del nuevo ajedrez, es la cantidad de ideas notables que aporta. Las más importantes son:
1.P4R, P4R
2.C3AR, P3AR
3.CXP, D2R
4.D5T+, P3C
5.CXPC, DXP+
6.A2R, DXC
Y el negro queda con caballo de ventaja.
1.P4R, P4R
2.C3AR, C3AD
3.A4A, A4A
4.P3D, C3A
5.P3TR, P3D
6.A5CD, P3TD
7.A4T, P4CD
8.A3C, T1A
9.C3A, R1C
(En esta época, el enroque todavía se hacía en dos tiempos.)
*NR debe ser 1497
Tomado del libro Historia General del Ajedrez, de autor y editorial para mi desconocidos.
Publicadas por M.I. Benjamín Góngora Montes a la/s 5:04 p.m.
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