Caminaba por el centro comercial el sábado por la tarde. El calor no menguaba ni aunque el sol se ocultaba poco a poco en el horizonte. La estantería de bebidas no era nada atractiva, todos los envases contenían líquidos calientes, como un oasis se mostraba el área de cajas, normalmente uno se aleja de ellas porque casi siempre que por ahí se pasa hay algo que pagar pero; ésta vez el refrigerador de Coca-Cola de junto parece un manantial, con mucho gusto entrego unas monedas más al imperialismo.
Sigo por los pasillos y el ambiente comienza transformarse, como si entrara a un bosque encantado, de pronto se ven unos niños que ríen y comentan cosas. Se ven contentos. Juegan. Están todos en derredor de algo, me acerco, no distingo bien. De repente, uno salta de su lugar y grita con entusiasmo: ¡Jaque mate!
Todos rompen en carcajadas, acomodan las piezas blancas y negras sobre el tablero, cambian de lugares y vuelven a comenzar… Es una dinámica interminable.
Me invitan a jugar con ellos. –Ahora es tu turno. Dicen.
Me paro frente al tablero del lado donde están acomodados los pálidos trebejos, uno de los niños lo hace del lado contrario, junto a las piezas obscuras. A su lado, los otros hacen fila y un tablero con piezas comienza a aparecer frente a cada uno de ellos son doce en total. Interesante número. Piezas de oro y plata, de obsidiana y jade, de barro y de marfil.
Juagamos al unísono, sin parar, como encantados: riendo, comentando, cambiando de lugar. Uno contra todos, todos contra uno. Infinitamente.
Sigo por los pasillos y el ambiente comienza transformarse, como si entrara a un bosque encantado, de pronto se ven unos niños que ríen y comentan cosas. Se ven contentos. Juegan. Están todos en derredor de algo, me acerco, no distingo bien. De repente, uno salta de su lugar y grita con entusiasmo: ¡Jaque mate!
Todos rompen en carcajadas, acomodan las piezas blancas y negras sobre el tablero, cambian de lugares y vuelven a comenzar… Es una dinámica interminable.
Me invitan a jugar con ellos. –Ahora es tu turno. Dicen.
Me paro frente al tablero del lado donde están acomodados los pálidos trebejos, uno de los niños lo hace del lado contrario, junto a las piezas obscuras. A su lado, los otros hacen fila y un tablero con piezas comienza a aparecer frente a cada uno de ellos son doce en total. Interesante número. Piezas de oro y plata, de obsidiana y jade, de barro y de marfil.
Juagamos al unísono, sin parar, como encantados: riendo, comentando, cambiando de lugar. Uno contra todos, todos contra uno. Infinitamente.
¡Ah, las fotos!
Sábado 9 de Mayo de 2009
Centro comercial Plaza Universidad
Exhibición de simultáneas contra 12 jugadores
Tapabocas y desinfectante de manos para todos
Zona libre de Influenza
3 comentarios:
Ganaste todas las partidas?
Una duda sobre la nota acerca de la salud del Ing. Ferriz... que no se llama Alfonso Ferriz Carrasquedo???
En cualquier caso... esperemos que se recupere pronto.
Sí gané.
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